viernes, 9 de julio de 2010

EMIGRAR O NO EMIGRAR, ES LA CUESTIÓN

José Martí dijo una vez: “algo de náufrago hay cada emigrado”
Desde la prehistoria según los investigadores Cuba fue un país de inmigrantes, existe la hipótesis de que nuestros Guanahatabeyes, Siboneyes y Taínos son descendientes de indios suramericanos quienes llegaron en rudimentarias embarcaciones y de isla en isla a través del arco de Las Antillas, así es que ya desde entonces, Juana, Cubanacán y después Cuba, era atractiva para ser habitada, yo en su lugar habría hecho lo mismo, tal vez el continente no era de su agrado y se aventuraron a “conquistar” nuevos horizontes. La Cuba primitiva era espléndida en su naturaleza y no abundaban las bestias y animales peligrosos al ser humano, ni serpientes o arañas venenosas. A excepción de algún terremoto en el oriente y los huracanes, es un territorio bien estable.
Llega la avalancha colonizadora y el esclavismo y muchos se establecen con gusto en lo que comenzaba a ser una provincia de España, dando lugar a una descendencia que ya se sentía cubana, si bien el patriotismo aún no era una característica primordial.
En los cinco siglos desde que Colón dijo; “esta es la tierra más hermosa” al extasiarse con su exuberante paisaje, son muchas las nacionalidades que se han establecido acá, Italianos, Libaneses, árabes, judíos, alemanes, polacos, rusos… convirtiendo nuestro largo archipiélago en un territorio cosmopolita, huellas quedan en la arquitectura de pueblos y ciudades, toponímicos y en la cultura en general.
También hubo emigrantes en épocas convulsas y otros que por razones económicas se iban a vivir principalmente a los Estados Unidos, pero éstos fueron muy pocos si se les compara con los miles que prefirieron nuestro territorio como su hogar.
Llegan los años sesenta con los consabidos cambios políticos y económicos, primeros los implicados en las injusticias del gobierno de Batista, luego los ricos despojados de sus bienes y más adelante miles y miles de nuestros hermanos comenzaron a buscar un mejor lugar para vivir, sobre todo para tener la libertad de que se les había privado, buscando derechos que se perdieron en aras de “un país mejor” y un “hombre nuevo” con miras a un paraíso terrenal prometido para un futuro cercano, pero que cada vez se alejó más hasta ser inalcanzable.
Y ahí comenzó la debacle de la familia cubana, el desmembramiento de lo que es la célula fundamental de toda sociedad, separaciones de parejas que nunca se volvieron a unir, de madres que jamás volvieron a ver a sus hijos, hijos que perdieron sus padres sin poder darles el último beso de despedida y mucho menos acompañarlos en momentos de enfermedad. Niños enviados solos a una tierra extraña cuando más necesitaban del amor filial; sin obviar las consabidas separaciones por diferencias políticas; un tío mío se enteró de la muerte de sus padres por terceras personas pues no quiso saber nada de ellos, él fue fiel a un sistema importado desde bien afuera, a una filosofía donde prima el partido, su GRAN JEFE y después todo lo demás. Otra historia es cuando un miembro de la familia no deseaba irse, o bien porque era afín al sistema o simplemente porque se había enamorado; las personas mayores que después de tantos años no desean un desarraigo del hogar y el terruño donde vivieron siempre aunque tuvieran que “comerse un cable” como se dice en buen Cubano.
Puedo afirmar sin equivocación que los primeros años del exilio fueron los peores, pues los que se iban no podían regresar, la comunicación fue cada vez peor entre las familias, los residentes en el país que tenían algún cargo importante, no podía comunicarse con sus seres queridos pues podían perder sus trabajos y para los militantes era un delito por el cual perdían el derecho de seguir perteneciendo al Partido, en lo adelante se convertían en apestados de la sociedad. Las personas que solicitaban la salida del país eran enviados a la agricultura u otro trabajo ajeno a lo que realmente hacían por tiempo indefinido, conocí un ingeniero que barría las calles de Centro Habana; cuando realizaban sus trámites en un único lugar en La Habana llamado El Laguito eran ofendidos y degradados moralmente, maltratados y por supuesto en muchos casos se les negaba el permiso de salida, esto podía ocurrir antes, durante y hasta el momento mismo de la partida en el aeropuerto. Perdían su trabajo por lo que ni para comer en muchos casos, la ayuda de algún familiar era muy necesaria, excepto si era uno comprometido con el sistema, a la hora de partir no podían llevar más que una muda de ropa y cinco pesos, nada de joyas ni prendas. En el aeropuerto se registraba todo, hubo mujeres que trataron de llevarse sus joyas en los peinados de moda, era una época sin los adelantos de hoy que detectan hasta las llaves; los registros eran interminables.
Todo el que partía y parte para siempre del país pierde todas sus propiedades, casas, autos; etc. existe una ley de decomiso desde los años sesenta, al que deja la casa se le realiza un inventario donde cuentan hasta las cucharas, a la hora de irse se comprueba que no falte nada so pena de suspendérsele el permiso de salida, se le confiscan cuentas bancarias, si debe algún artículo tiene que pagarlo… qué ironía… para dejarlo no se sabe a quién. En los primeros años se vendían los muebles y artículos confiscados, ahora tienen un destino desconocido. Si la casa es habitada por alguien por el tiempo establecido; creo que ahora son ocho años, ésta se queda viviendo en ella, pero se le cobra como si la comprara de nuevo, no importa si es un hijo, una esposa o una madre.
Se hicieron comunes las despedidas en el aeropuerto José Martí, el único por el que salían en aquel entonces, la gente se separaba, con llantos no se sabía hasta cuándo, existía lo que se le llamaba la pecera, un cristal que se convertía en la primera frontera que separaba los seres queridos, pero aún ahí podían verse y llorar; y decirse adiós.
A partir de la despedida comenzaba la agonía de saber cómo llegaron para los de acá; y el tratar de establecerse al llegar a tierra extraña para los de allá, la esperada y casi imposible llamada, una carta que en el mejor de los casos demoraba un mes, la incertidumbre de un futuro después de la separación.
Al establecerse los emigrados tienen que adaptarse a la nueva sociedad, en parte conservan su idiosincrasia, pero a fin de cuentas “al país que fueres haz lo que vieres”; viene el aprendizaje del idioma, el papeleo de la residencia, el conseguir un trabajo, -casi siempre uno que nunca hizo en su país-, médicos que tuvieron que fregar platos o barrer pisos, pues cuesta mucho trabajo a un profesional ubicarse como tal en un territorio extraño, tiene que saltar escollos y trabas, estudiar de nuevo para ponerse al día, trabajar hasta el cansancio, dormir poco, presentarse a pruebas que hay que pagar y aceptar el fracaso al menos las primeras veces. Sé de una doctora que ejerce de enfermera.
El shock ante lo extraño, lo nuevo, una nueva forma de vida es como una agresión directa, los primeros tiempos son de adaptación, nuevas costumbres, luchar con la melancolía, las ganas de dejarlo todo y regresar, si es que se pudiera, se piensa en la familia, la gente, se extraña hasta el escandaloso vecino que grita de balcón a balcón, las malas palabras tan de moda en estos tiempos, la música a todo volumen, recuerdo un amigo que partió hace muchos años cuando me dijo que se le aguaron los ojos al momento de escuchar una canción de la Orquesta Aragón; - cuando estaba aquí detestaba esa música-. Es precisamente en este momento en que la persona se siente como el náufrago de que habló nuestro gran poeta, y al final tiene que adaptarse o perecer.
Pasado algún tiempo, ya se siente más conforme, comienza a ganar dinero del que tiene que separar alguna cantidad para ayudar a los que quedaron atrás, ahí viene otra tragedia, tal vez antes de irse pensaba que todo sería muy fácil e hizo promesas a familiares y amigos, promesas que ahora no puede cumplir pues allá te lo pagan todo; pero también te lo cobran todo, hay que vivir pensando en los impuestos, los hay para casi cualquier cosa. Al otro lado del charco está la familia esperando que lluevan los apetecidos dólares y la pacotilla, muchos comprenden el sacrificio que hacen al mandarlos, pero otros los disfrutan gastándolos en bebidas, fiestas y en cafés, comprando grandes equipos electrónicos a costa de tal vez una pobre trabajadora que se rompe las manos limpiando pisos de sol a sol en un hotel o aguantándole paquetes a una dueña a la que le sirve de criada.
En esta orilla surgen enemigos entre las familias pues a Pepe le mandaron cien y a mí sólo veinte, a Zutano le mandan ropa de marca y a mí algún pulóver que hasta me queda grande… … ya Fulano no me manda nada… sin preguntarse si Fulano puede.
Me asombro cuando compruebo cómo cambian los tiempos y la forma de llamárseles a las personas, cosas o momentos históricos. En los años sesenta los que se iban se convertían en apátridas, traidores, gusanos; –este nombre surgió por el vestuario de campaña que traían los invasores de Playa Girón-. Pasan los años y un gobierno demócrata alivia las tensiones entre los dos países, se llega a un acuerdo migratorio y comienzan a viajar en una sola dirección, a partir de esos momentos se le comenzó a llamar COMUNIDAD CUBANA EN EL EXTERIOR, esa comunidad cubana tenía que pagar un hotel aunque no se hospedara en él, la gente dentro del país salió de una especie de letargo pues a pesar de los sinsabores y desaciertos, esa comunidad tan llevada y traída, era generalmente exitosa, contrario de lo que contaba la prensa oficial, aquellos médicos que lavaron platos ya tenían su consulta, y lo más interesante, los que aún seguían lavando platos mantenían con sus envíos a muchos profesionales de acá que ganaban y siguen ganando míseros salarios que sólo les permite mal vivir y mal comer.
Se discute mucho de si la emigración cubana es económica o política, de esto hay mucho de qué hablar, a mi modo de ver, sobre todo en los primeros años fue principalmente política, toda persona que disentía su único camino era el exilio o la cárcel, cuando alguien se marcha ya no puede regresar. Por el contrario de los países latinoamericanos, los cubanos escapan no sólo porque tienen hambre o un salario bajo, escapan porque viven asfixiados, el talento es frenado por gente incompetente, pero que está “arriba”, los privilegiados que viajan comparan cómo personas de menos inteligencia que ellos tienen todo lo material que necesitan, son valorados y libres de hacer lo que les plazca, mientras que ellos tienen que ahorrar el estipendio diario para poder traerles algo a los familiares, cohibiéndose hasta de comer, además de ser vigilados por gendarmes disfrazados; por lo tanto no se puede con un simplismo nombrar algo tan complejo; es política pues no se puede pensar como uno quiere, las leyes existen, aunque adaptadas al sistema imperante, pero aún así no se cumplen en su mayoría, los hijos tienen que ir a escuelas del estado, gratuitas, sí, pero muy politizadas donde les enseñan a odiar al Imperialismo Yanqui y repetir hasta el cansancio: ¡seremos como el Che! y disímiles consignas vacías, sin hablar de la mala calidad de la educación. Se cuestiona cómo eres, lo que eres y lo que tienes, quién te visita, se vive con miedo aunque no se haga nada incorrecto, mi vecino me vigila mientras yo lo hago con él; si no ¿para qué son los CDR? Si se quiere expresar una opinión hay que hacerlo bajando la voz, cuando llega alguien nuevo al trabajo o al barrio siempre se piensa que es del “aparato”… ¡cuidado!…
Existe un tipo de emigrante al que no puedo dejar de referirme, es aquel que añoró irse y por muchos años y no lo ha logrado, dejó de hacer muchas cosas que podrían frenarlo, fundar una familia; por ejemplo, terminar una carrera, al final cuando ya es un viejo se da cuenta de que sus mejores años han pasado y no ha vivido ni acá ni allá, con resignación en la mayoría de las veces decide que ya para qué, recomenzar en un país extraño pasados los cincuenta o sesenta no es nada bueno.
Otra forma de exilio que ha sufrido mi país son las llamadas “misiones internacionalistas”, “colaboraciones” o “contratos de trabajo”. Las llamadas misiones internacionalista se hicieron famosas desde los años sesenta, gente que tenía que marchar a guerras extrañas de las que muchos regresaron en un ataúd, otros destruidos psicológicamente, otros enfermos de epidemias incluyendo el sida y otras de las cuales en Cuba ya ni se tenía el recuerdo, otros mutilados, muchas son las familias enlutadas por las guerras de Angola, caídos en guerrillas en América Latina, muchas familias destruidas por las separaciones. Hubo muchos colaboradores que “desertaron” cuando tuvieron una oportunidad y emigraron a cualquier país que le diera asilo, ese hecho se repite aún en nuestros días.
Una de las páginas más tristes del exilio cubano es sin duda la emigración ilegal que ha lanzado a miles a cruzar el estrecho de la Florida y el resto del mar alrededor de la isla, miles son los desaparecidos en un mar impredecible y asediado año tras años por traicioneras tormentas, otros que fueron detenidos sufrieron condenas desde un año hasta 15 sólo por tratar de alcanzar la libertad y un futuro promisorio.
En los 52 años del establecimiento del sistema socialista también han existido etapas cíclicas donde se han permitido emigraciones masivas tal vez porque cada cierto tiempo, coincidente con las nuevas generaciones le olla de presión ha necesitado aflojar sus válvulas de escape so pena de explotar no se sabe cómo ni de qué manera, recuerdo en los primeros años la apertura del puerto de Camariocas cerca de Varadero, algunos miles de personas aprovecharon esa oportunidad, en 1980, después de que miles invadieron la embajada del Perú se abrió el puerto de El Mariel por donde se marcharon voluntariamente e involuntariamente unos veinte mil compatriotas en embarcaciones que llenaban hasta no dar más; muchas de las cuales naufragaron segando un número indeterminado de vidas humanas incluyendo niños y ancianos. La última emigración masiva fue a mediados de la última década del siglo XX.
Después de esto los gobiernos de Cuba y Estados Unidos se han puesto de acuerdo para que no se repitan, se han tomado medidas para que se hagan de manera ordenada y legal, pero yo pienso que un nuevo ciclo de presión sin control está a punto de estallar, ¿podrán esos acuerdos detenerlo? Yo no tengo la respuesta.
Se habla de culpas y culpables por la diáspora cubana, se culpa a la Ley de Ajuste Cubano, que surgió en los Estados Unidos a raíz de la creciente ola de gente que se estableció allí y que no podían regresar, pero yo nunca he visto que una ley venga a buscar a nadie, es cierto que esas preferencias con mis paisanos puede estimular la emigración, pero la verdadera culpa está aquí, por lo general casi nadie emigra por que sí, siempre habrá una razón, más cuando mi patria, otrora tan atractiva para los bizarros de allende los mares, es ahora como el centro del Big Bang del cual todas las estrellas se alejan.
La mayoría de los cubanos de aquí o de allá, tenemos el limbo como estatus, navegamos en un espacio infinito, somos náufragos en un mar sin fondo ni horizonte.

A todos los que sufrieron prisión por buscar la libertad. A todos los que perdieron la vida en el estrecho de la Florida y mares alrededor de la patria. A mis amigos que ya no veré más: Silvano, Gerardo, Michel…
A mi amigo Miguel que perdió mano y pie y a mi amigo César postrado en una cama hasta que Dios lo llame, a todos los mutilados y muertos en guerras ajenas.
A los que como yo no hemos vivido ni acá ni allá. A las familias divididas. A todos los que he visto partir en busca de un sueño, en USA o en América Latina, en Europa o en Australia, pues tan lejos ha llegado la diáspora cubana.
¡Ojalá lo logren!

The priest.
8 de julio 2010
20:12

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