domingo, 11 de julio de 2010

CUADRO PARA UNA EXPOSICION INFINITA

Cae la tarde con inmenso paisaje difícil de igualar, nubes grises, rojas y blancas escoltan el Sol hasta el ocaso, el brillante Venus asoma su esplendor acompañado de tímidas estrellitas que luchan por hacerse ver en la naciente noche, la nueva luna como barca que se mece en el lento vaivén del mar.

Suaves olas rompen en los arrecifes mientras los transeúntes toman asiento en el interminable muro, balcón de una ciudad cosmopolita y ardiente que mira al golfo con añoranza, como esperando; un carnaval de chicos y chicas se preparan para la orgía de disfraces, bellos rostros, caricaturas de ademanes exagerados, amplios senos en corpachones de atletas, viven un mundo de telones y tablas combinado con la cruda realidad.

Músicos con guitarras y maracas venden sus melodías al mejor postor, y sus cuerpos a cualquier joven afeminado o adefesio con dinero, venido de allende los vientos, esa es la imprecisa imagen cuando comienza la noche en uno de los sitios más visitados por habaneros y foráneos, vendedores ambulantes ofrecen cualquier cosa para llevar unos pesos a sus casas.

Morbosa combinación es la muchedumbre informe que respira la suave brisa con sabor a sal y buscan, buscan a veces sin encontrar; pero son llevadas por el instinto animal y la debilidad de la carne.

Irreal es el cuadro pletórico de imágenes absurdas y fondo oscuro citadino.

La Habana es violada cada noche por su propia gente.

The Priest, Verano 2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario